Myself Ofelizándome

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viernes, 13 de enero de 2012

La casa del terror

Gritaba como una poseída después de haberse comido con saña todos los pasteles. Se le estaban revolviendo por dentro. Normal. No dejaría de gritar hasta vomitarlos todos y luego gritaría al verse el vestido manchado de vómito. Los vecinos de abajo estaban a punto de llamar a la policía por no poder soportar el griterío. Su marido era un oso baboso que gritaba con voz aún más desagradable y que insultaba dentro de casa y que luego, al cruzarse con los vecinos, saludaba con exagerada y falsa educación. Qué tonto. ¿De verdad pensaba que nadie escuchaba sus gritos? ¿De verdad creía dar una imagen de persona educada? Gritos. Griterío. Gritar...

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