“Tenía la cara muy muy gorda y las cejas peladas, por eso pensó que nunca nadie la querría. Pensaba en tristezas y penas. Ahí estaba él, con sus ojos clavados en ella durante horas. Ella le devolvió la mirada. Silencio calmado. Ella sonrió. Él intensificó la intensidad de su intensa mirada. Todo muy intenso. Ella soñaba ser amada. Él la miraba, miraba, miraba. Él no había probado bocado en todo el día y cuando se percató de que su mirada no funcionaba, se relamió los hocicos y ladró.”
jueves, 11 de marzo de 2010
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