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jueves, 14 de agosto de 2014

La pestilente Coralina

Coralina había sido una niña que poco a poco había conocido el poder ajeno y lo había deseado tan fervientemente que su felicidad había desaparecido con los años. Mucho tiempo después, su locura y su ansiedad de poder la habían empujado a comer sin descanso y la habían transformado en una señora gorda y fea con aliento fétido y áurea pestilente. La rabia hacia su prójimo le hacía tener pérdidas de orina y a orines olía siempre su alrededor. Por ello aquella niña se había convertido en una bruja. La niña, desde dentro de la bruja gritaba socorro, pero nadie la oía porque todos intentaban alejarse de la bruja tanto, que ninguna voz podía ser oída.
Coralina era esclava pero quería ser ama. Gritaba sin parar y maldecía a todos los que no la obedecían.
Un día en que Coralina trataba de hacer creer a los demás a gritos que ella podía dar órdenes, un pollo de corral encargado a domicilio le pegó un picotazo en el culo y le rompió el vestido. Entonces todos pudieron apreciar que ella tenía un rabo muy largo de color rojo con punta de flecha. Un loco dijo que había que cortarle la flecha al rabo y entonces la niña podría escapar. Nadie sabía de que niña hablaba el loco y no le hicieron caso, pero sintieron tanta curiosidad por la punta de flecha del rabo que empezaron a perseguirla para cortárselo. Ella gritaba "putas" a las mujeres jóvenes, "sinvergüenzas" a las maduras y "cabrones" a los hombres. Cada vez que alguien le tiraba del rabo intentando conseguir la punta de flecha, ella se tiraba un pedo. Olía peor que sus pies y la gente intentaba escapar del círculo de peste pero no podían y se desmayaban. Entonces, un día que Coralina estaba rodeada de desmayados, decidió amenazar con sus pedos a los supervivientes para conseguir sus deseos. A un pequeño hombre bajito le obligó a ser su chófer personal una vez este acababa su jornada laboral. Tan cansado estaba el hombre, que se quedó dormido un día conduciendo y se estrelló. Entonces Coralina murió en el accidente. Todos se alegraron y gritaron bravo, pero de pronto, desde el estómago de Coralina, se oyó la voz de una niña llorando y pidiendo auxilio mientras se quejaba a gritos "¡qué peste, qué peste!"
 (CONTINUARÁ LA HISTORIA DE LA PESTILENTE CORALINA)

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